Amor libre by Tessa Hadley

Amor libre by Tessa Hadley

autor:Tessa Hadley [Hadley, Tessa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


CINCO

Querida Jean:

Supongo que no te habrás enterado —aunque los canales por los que fluyen los chismorreos son tentaculares, y nunca se sabe— del extraño giro del destino que he experimentado, humillante y algo absurdo. Y, sin embargo, puesto que tú y yo siempre hemos estado en sintonía, me descubro imaginándome tus ideas al respecto como si estuvieses al corriente. Así que será mejor que te diga —y tendrás que perdonarme por desahogarme y, quizá, ahogarte a ti con ello— que Phyl me ha dejado. Justo antes de Navidad; hace solo unas semanas y, por lo que sé, podría volver por Pascua. Desde mi punto de vista ha sido algo sacado de una opereta más que de Ana Karenina. Todo muy repentino y sensacional, sin preámbulos y, de hecho, sin muchos postámbulos, tampoco. Un coup de foudre y probablemente, en lo que a Phyllis respecta, justicia sumaria. ¿Recuerdas esa vieja balada que los niños aprenden en la escuela sobre una dama que abandona su vida acomodada para huir con un grupo de gitanos desharrapados? En una nota Phyllis ha sugerido claramente que había visto algo falso en nuestra «forma de vida» en común. Sin duda la dama de la canción, al abandonar su mullido colchón de plumas, dijo algo similar a su señor.

En cualquier caso, en esta obra parece que yo interpreto, ay, el papel menos envidiable. Hablando de Ana Karenina, he estado comprobando mis orejas en el espejo del perchero porque, si no recuerdo mal, las del marido engañado eran, según Tolstói, nada agraciadas, y sé que cuando lo leía pensé, de forma mezquina, que esas orejas o cuernos le estaban bien merecidos. Pero habrás leído Ana Karenina más recientemente que yo y puedes corregirme si la memoria me falla. Te imagino ajena al mundo y a los elementos, absorta en la enésima lectura de todos los clásicos de la biblioteca de Cressing, que es donde debes estar. Es una idea que me hace feliz.

Pues bien, Phyl se ha ido y no sé adónde, ni tampoco —curiosamente— sé todavía con quién. Quizá lo más desconcertante, querida Jean, es que me siento molesto, abochornado y a veces incluso indignado, pero no desconsolado. Claro que me preocupan los niños. Gracias a Dios, Hugh ya se ha ido a Abingdon, donde sé que cuidarán de él; lo de Colette es más problemático. Sus notas han empeorado considerablemente, sus profesoras están preocupadas y ella se ve con un grupo de chicas que no le conviene. En casa —cuando está en casa y no por ahí, a saber dónde— cocina porquerías que me engordan y me dan indigestión, pero tengo que fingir que me gustan.

Espero que no te moleste que te haya escrito. Hace mucho que no nos vemos. ¿Cinco años, desde que tú y yo almorzamos juntos? Mucho más, toda una vida, desde esa vez que fui con Phyl a Cressing. Y dos vidas desde que tan amable fuiste conmigo y tanto significaste para mí, en plena guerra. Mis mejores deseos para ti y Peter y el muchacho, desde luego.



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